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martes, 3 de diciembre de 2013

Literatura de colores

Mentiríamos si dijésemos que nunca hemos escogido un libro por el atractivo de su portada, por los colores, por los dibujos o, puede que por todo lo contrario: por su austeridad o por la desnudez de las líneas que van formando letras. Pues sí, las cubiertas han sido en más de una ocasión un factor importante no solo para la venta de un poemario, de una autobiografía o de una novela de caballerías sino para algo tan extendido como es el nombre genérico de una corriente narrativa. Esto fue lo que sucedió con el género que nació de la tinta de Edgar Allan Poe con cuentos como Los crímenes de la calle Morgue (1841) o El misterio de Marie Rogêt (1842-43) y la figura del personaje Auguste Dupin, primer detective literario del que se nutrió Sir Arthur Conan Doyle para la creación del más famoso personaje detectivesco de la literatura universal, Sherlock Holmes.

“La novela policíaca es un relato donde el razonamiento crea el
temor que se encargará luego de aliviar.” Thomas Narcejac
Este nuevo género, llamado novela criminal, policíaca o de misterio, se caracterizaba por la presencia de, como hemos dicho anteriormente, la figura de un detective o policía que investiga un hecho o una serie de acontecimientos provocados por la ruptura con el orden legal, acontecimientos como asesinatos, robos o chantajes. Por otra parte, este tipo de novelas a menudo presentan ambientes convulsos, con graves problemas sociales en los que las normas éticas de convivencia se encuentran reducidas a su mínima expresión. Se dice, además, que la novela de misterio no nació como una casualidad, sino más bien como una necesidad de la sociedad del siglo XIX que se sigue manteniendo en la actualidad: si leemos este tipo de novelas es porque sabemos que la vida es algo impredecible, porque necesitamos ver cómo se restablece el orden social y todo esto siempre mediante el desarrollo exacto de la investigación racional.

Sin embargo, la novela de misterio no se ha mantenido igual con el paso del tiempo y, volviendo al inicio de nuestra entrada, también su nombre genérico ha cambiado: este tipo de narrativa, se conoce más comúnmente como novela negra. ¿Y por qué negra y no roja o azul? En primer lugar, debemos saber que los cambios siempre provienen de los usuarios de la lengua por lo que en muy pocas ocasiones nos encontraremos con un “porque sí” en alguna investigación lingüística. En segundo lugar, esta denominación no está generalizada en la literatura sino que, por ejemplo, en Italia este género se conoce como novela amarilla (letteratura gialla). Por lo tanto, podemos deducir de todo esto que la elección de una “etiqueta” u otra se debe a los hablantes y que estos están, a su vez, condicionados por su cultura o suceso histórico.

Así pues, llamamos novela negra a una reconversión, a un subgénero de la novela policíaca en la que un nuevo tipo de detective, casi tan violento, cínico y marginado como un delincuente, trata con honestidad, rigor y realismo el mundo criminal; estas obras ofrecen una crónica de la sociedad en crisis, una mirada crítica sobre el mundo en que vivimos desde el lado oscuro del ser humano. Raymond Chandler definió la novela del mundo profesional del crimen como novela negra en su ensayo El simple arte de matar (1950). Encontramos el origen primitivo de este nombre en dos aspectos distintos: el primero, como podríamos haber deducido, en los ambientes oscuros que reflejan todas estas historias y el segundo aspecto, y más importante, lo encontramos en la revista estadounidense Black Mask (1920) y en la colección Sérire Noire (1945) de la editorial francesa Gallimard, donde se publicaron estos relatos.

El origen del apelativo amarillo en Italia es prácticamente idéntico a lo que sucedió en Estados Unidos y en Francia: este nombre se debe a la colección de obras Il Giallo Mondadori nacida en 1929 y no de manera directa por el nombre de la colección, sino por el color amarillo con que se diseñó la portada de cada uno de los libros. Este término se ha adoptado también en español para referirse a la crónica periodística que informa sin censura un suceso de sangre.

Pensemos, después de todo esto, que en la lengua (casi) todo tiene un porqué, desde el análisis sintáctico de oraciones de seis líneas hasta los colores. No se trata de sumar dos más dos porque el resultado no siempre será cuatro, pero creemos que ahí también reside la belleza del lenguaje, en el crimen que alguien cometió y que ningún Sherlock Holmes ha sabido resolver.

Incluso los colores para mí tienen otro significado. Tienen una voz, los colores, un sonido, como todas las cosas. Un ruido que los distingue, y que puedo reconocer. Y comprender. […] Hay colores que para mí significan algo por la idea que contienen. Por el ruido de la idea que contienen. Carlo Lucarelli

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